Calor húmedo en la ciudad, de ese que deja la piel pegajosa. Todavía no salía el sol y una brisa tibia apenas aliviaba la mañana. Quién sabe qué esperaba, de dónde venía, si había pasado la noche despierto. De cualquier forma, nunca un banco de plaza pareció tan cómodo.
miércoles, 10 de febrero de 2010
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