Salía el sol al mediodía después de una mañana de otoño lluviosa. Sólo le bastó ubicarse cómodamente donde se colaban los rayos más tibios de ese sol y entregarse a la siesta. Mientras caminaba al trabajo y a la sombra de una sana envidia no pude evitar preguntarme cuál era la parte negativa de la vida del perro.
jueves, 20 de mayo de 2010
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